Carla Bermedo, enfermera UdeC que trabaja con comunidades rurales y enfrentó una crisis humanitaria

Vivió la pandemia en una comunidad rural e indígena y fue testigo de una crisis migratoria sin precedentes en el norte del país. Carla Bermedo es enfermera UdeC, fue parte del programa Talentos y hoy continúa atendiendo las necesidades de salud de la comuna de Colchane, en la frontera con Bolivia.

 

Durante la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, Carla Bermedo González recibió un reconocimiento que reafirmó su camino profesional, uno que le llevó a ser la única enfermera residente en Colchane, comuna de 1.500 habitantes en la Región de Tarapacá. Ese día, el Colegio de Enfermeras relevó su labor en una comunidad apartada, destacando el desafío de enfrentar la pandemia de Covid-19 y, además, una crisis migratoria que se agudizó en febrero de 2021, con miles de personas durmiendo en las calles de la localidad, muchas de las cuales requerían atención de salud.

 

Las raíces de Carla están en la Región de Biobío. Su familia es de San Rosendo, y ella estudió en escuelas de Los Ángeles y Concepción. Cuando estaba en sexto básico ingresó al programa Talentos UdeC, una experiencia que marcó su vida y que le abrió horizontes. “Fue muy importante. Me enseñó lo que era responsabilidad social y también aprendí herramientas para decir lo que piensa sin temor, porque le dan valor a tu voz”.

 

Tras ese paso por Talentos, Carla ingresó a estudiar Enfermería en el año 2013. Una vez titulada, comenzó su búsqueda laboral. Sabía que quería trabajar en una comunidad rural, tanto por su historia familiar —sus dos abuelas hacían labores de cuidado de niños y enfermos— como por la influencia de sus profesoras en Enfermería Comunitaria. “Mis profesores de Comunitaria influyeron mucho para ver esta opción laboral. Mi opción se hizo más visible”. Sin embargo, las ofertas no aparecían.

 

Pasaron los meses y se fue de vacaciones a Iquique. Le gustó el clima y decidió postular a un cargo en la zona; la entrevista y la adjudicación del trabajo se dieron rápidamente y sin conocer nada de la comuna, llegó a Colchane a fines de 2018, contratada por el Programa de Apoyo a la Enfermería Rural, como la única profesional de su campo que reside en la comuna.

 

El proceso de inclusión no fue fácil al principio. Le preguntaban por qué estaba ahí, sola. “De a poco fui aprendiendo a saludar en aymara y preguntar cosas básicas, como ‘¿qué le duele?’, y la gente se alegraba. Como vieron que no me iba —siempre hay alta rotación de personal— tendieron a confiar más. Al segundo año ya me invitaron a cumpleaños, a comer o al cuidado de las llamas. Fue todo muy de a poco”.

 

 

La pandemia y la interculturalidad  

El trabajo se desarrollaba con normalidad, pero en 2020 la pandemia lo cambió todo. Apenas supo de los riesgos de la Covid-19, ella y su equipo comenzaron un proceso lento de intentar convencer a las personas de usar la mascarilla. Hubo resistencia al comienzo. “Al principio no nos creían y se resistían a usar mascarilla, o no querían ser atendidos por teléfono y seguían acudiendo al Cesfam. Cuando comenzaron los contagios sí nos escucharon. Lamentablemente fallecieron tres adultos mayores en la comuna y con ello, la gente tomó conciencia y dejó de reunirse o de recibir personas en sus casas, acá reciben a muchas personas de Bolivia, hay muchos lazos”. A esto se suma que hay sectores, como Cariquima, que tienen agua corriente solo algunas horas del día, complicando las medidas de higiene.

 

En Colchane, según las cifras oficiales, ha habido un total de 129 casos desde el inicio de la pandemia, con solo uno activo al 11 de marzo. Cuando se producen contagios, se decide enviarlos de inmediato a residencias sanitarias. Es la mejor alternativa, dice Carla, aun con todos los problemas de desarraigo que eso produce. “Estamos a 3.800 metros de altura y acá cualquier resfriado se complica. Menos mal en Tarapacá tenemos residencias con pertinencia, les dan las comidas que piden y les dejan preparar sus hierbas. En un principio fue un problema, pero se adecuaron a lo que requerimos. Son cosas que desde la ciudad no se ven; nuestros adultos mayores pastorean todo el día, entonces, aunque los mandes al mejor hotel del mundo, no les importa. Puede ser la cama más cómoda o tener televisión todo el día, no es tema para ellos porque acá tenemos luz solo a ciertas horas y esas comodidades de la ciudad son prescindibles”.

 

La crisis humanitaria

Primero en agosto de 2020 y de manera aguda en febrero de este año, otra crisis cayó sobre el pueblo. Desde el primero de febrero comenzaron a llegar grupos de migrantes, hombres, mujeres, niños y niñas, que durante el día duplicaban la población de Colchane, colapsando los dos negocios de abarrotes y los pocos servicios con que cuenta la comuna. Dormían en la calle, pues no existían las condiciones para acogerlos. Había mujeres embarazadas y niños, que por las condiciones climáticas tenían los labios partidos. Esto motivó al equipo de salud a hacerse cargo, atendiendo las urgencias de salud, así como las constataciones de lesiones en niños y niñas, además de sus tareas habituales.

 

El equipo de médico, enfermera y TENS trabajó durante una semana sin descanso, hasta que llegaron los refuerzos. Carla recuerda que la jornada duraba todo el día, hasta las nueve o diez de la noche. Un día se quedaron hasta las 12 de la noche, mientras que el médico pasaba de largo, atendiendo urgencias. Pasaron de atender a 80 migrantes a la semana a hacerse cargo de 200 niños diarios, y otras tantas emergencias. “Las personas comenzaron a montar mini campamentos en las calles. Fue una semana en que llovió, granizó y después salió el sol. Ellos venían solo con un buzo, zapatillas y polerón, pensando que por ser verano haría calor. Nos llegaron personas con hipotermia, crisis hipertensiva, convulsiones. Entraban cada 15 o 20 minutos. Nos vimos colapsados, pero pudimos responder a la urgencia, logramos congeniar bien con el equipo y las tías del pueblo nos traían tés de hierbas altiplánicas para la energía o les daban a los migrantes para pasar el frío”.

 

A Carla le quedan dos años para terminar su contrato en Colchane. Quiere culminar este período y continuar con la enfermería comunitaria. “Es difícil estar lejos de la familia, pero estos reconocimientos del Colegio de Enfermeras y de mis compañeros han sido importantes para reforzar que el trabajo que hago sirve, en lugares donde mucha gente no llega”, sentencia.

 

Katty Pávez
Publicado por Noticias UdeC

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