Juan Carlos Gacitúa Araneda
Director del Centro Interactivo de Ciencias, Artes y Tecnologías (CICAT) de la UdeC
Director del PAR Explora Biobío del Ministerio de Ciencia, Tecnología,Conocimiento e Innovación.
Y de un momento a otro, tal como se han ido sucediendo las cosas estas últimas semanas, estamos obedeciendo el llamado del #quedateencasa y con un oído en las noticias intentamos continuar con las rutinas, entre ellas, el teletrabajo y el aprendizaje online.
Ha llegado el momento de poner a prueba aquellas ideas que por más de una década han venido sonando: el trabajo cooperativo en red, el e-learning, o el aprendizaje invertido (flipped classroom). Estos son conceptos que los profesores conocen, pero que el trabajo diario les impide normalmente poner en marcha. Pues bien, ¡ha llegado el momento!
Hace 20 años se acuñó el concepto de “nativos digitales” (Prensky, 2001), para referirse a las generaciones que nacieron con una tablet o un celular en la mano, haciendo una diferencia con quienes lo hicimos con un lápiz y un cuaderno. Quienes somos “inmigrantes digitales”, nos acostumbramos tempranamente a pensar de manera lineal, pues nadie se atrevería, escribiendo a máquina, a empezar un trabajo por la mitad de una página. Los procesadores de texto nos enseñaron que daba igual, que luego podíamos corregir, agregar o borrar lo que quisiéramos, y más aún, que copiando y pegando el tema estaba más o menos resuelto.
Internet nos ha posibilitado el desarrollo del pensamiento hipertextual, saltar de una cosa a la otra con un clic, tener toda la información al instante, en distintos formatos y de manera personalizada. Y esto, que es una gran ventaja, se convierte en una gran dificultad para las y los profesores. Los procesos de aprendizaje son lineales, requieren de estructuras cognitivas que se construyen poco a poco y las aulas constituyen un buen espacio para ello. La capacidad de prestar atención al desarrollo de una tarea específica es probablemente la clave para que esta tarea llegue a su fin.
¿Cómo motivamos desde casa a nuestros estudiantes?, ¿Cómo los desafiamos a utilizar correctamente las herramientas de la web?, ¿Es posible el trabajo en equipo, el acceso a recursos de calidad, la discusión, el análisis de la información o la evaluación de los aprendizajes desde Internet? Claro que sí. Pero en su justa medida.
Hay que evaluar, en primer término, el contexto de encierro en el que estamos, la capacidad técnica y ambiental para que el aprendizaje se produzca (conectividad, hardware y software, un espacio adecuado para que se puedan dar condiciones de estudio, hacinamiento, ruidos, etc.), luego pensar en las estrategias, en la didáctica y en las herramientas que Internet pone a nuestra disposición para generar aprendizajes.
Durante años dimos por hecho que estos “nativos” venían desde casa alfabetizados digitalmente y muy probablemente así sea. El desafío hoy no es que sepan usar las tecnologías, sino que sepan utilizar la información que esta tecnología les entrega.
Necesitamos aprender a trabajar con la información, generar procesos de “alfabetización informacional”, pues si es Internet un espacio donde hoy todos nos movemos (o quienes tenemos el privilegio), qué navegador o plataforma ocupe es un problema menor. Lo que se pueda hacer o no con la información es la clave. Los ciudadanos del siglo XXI deben saber cómo utilizar la tecnología, pero más importante aún, es saber qué se puede hacer con ella. Y para ello se requiere, como profesores, de toda nuestra creatividad. Tenemos una poderosa herramienta entre manos y debemos utilizarla correctamente.
Desde el Centro Interactivo de Ciencias, Artes y Tecnologías (CICAT) de la Universidad de Concepción, estamos acompañando a nuestros profesores en este desafío. Han cambiado las circunstancias para todos. Es momento de parar unos segundos, tomar aire, sacar lápiz y papel, pensar secuencias de aprendizaje y ponernos a trabajar en red.
Columna publicada por Radio UdeC