Por Francisco Darmendrail
Periodista UdeC
Magíster en Historia Económica y Empresarial
Universidad Adolfo Ibáñez.
A menudo, los grandes conflictos de la historia mundial se narran desde sus centros de poder: Londres, París, Berlín. Sin embargo, también es posible —y necesario— mirarlos desde los márgenes, desde las ciudades que, sin estar en el corazón del conflicto, vivieron sus efectos con intensidad. Concepción, en el sur de Chile, fue una de ellas. Durante la Primera Guerra Mundial (1914–1918), esta ciudad portuaria experimentó repercusiones económicas, culturales y simbólicas que aún hoy son poco conocidas.
Aunque Chile se declaró neutral en agosto de 1914, su neutralidad fue constantemente desafiada. La región del Biobío, con sus puertos de Talcahuano, Coronel y Lota, estaba profundamente integrada al comercio marítimo internacional. Las minas de carbón del golfo de Arauco, esenciales para alimentar las calderas de las flotas europeas, sufrieron alteraciones en sus rutas de exportación y enfrentaron una caída progresiva de la demanda. La guerra había llegado, no con bombas, sino con bloqueos, restricciones navales y tensiones diplomáticas.
El episodio más visible fue el Combate Naval de Coronel, ocurrido el 1 de noviembre de 1914 frente a las costas de Arauco. Allí, la escuadra alemana del almirante Maximilian von Spee venció a la flota británica del contralmirante Cradock, dejando más de 1.400 muertos. Aunque ocurrió en aguas chilenas, el combate fue parte del conflicto europeo. El impacto local fue inmediato: pobladores recogieron restos náufragos, se registraron movimientos de tropas, y la prensa regional cubrió el hecho con asombro y tensión. Hoy, un monolito en la Plaza 21 de Mayo en Coronel recuerda aquel enfrentamiento que trajo la guerra mundial al sur del mundo.
La prensa penquista de la época —La Unión, La Estrella, El Buen Amigo— jugó un rol crucial en dar cuenta de lo que ocurría. En sus páginas no sólo se informaban los movimientos de flotas, sino que también se cuestionaban las violaciones a la soberanía chilena. En 1915, La Unión advertía que “la neutralidad está siendo ultrajada” tras el abordaje de naves por parte de potencias extranjeras en aguas nacionales. Esta prensa regional demostró una capacidad de análisis político e independencia editorial que merece ser reconocida.
Otro aspecto poco considerado es el impacto simbólico y social que tuvo la guerra en las comunidades extranjeras residentes en Concepción. La colectividad alemana —presente en el comercio, la educación y la cultura local— se enfrentó a una creciente desconfianza. Algunas asociaciones germanas optaron por el repliegue; otras, por una adaptación cuidadosa. Las tensiones ideológicas también dividieron a la elite local entre quienes simpatizaban con la causa del Imperio Alemán y quienes apoyaban a la Entente. La guerra no solo fue una confrontación externa, sino también una disputa de imaginarios dentro del país.
Desde el punto de vista económico, la guerra aceleró transformaciones estructurales en nuestra región. Las dificultades para importar productos europeos impulsaron tímidamente la manufactura nacional. El germen de la industria textil, metalúrgica y alimentaria que más tarde se consolidaría en el Gran Concepción, encontró parte de su origen en las restricciones impuestas por el conflicto global.
En la actualidad, el análisis internacional tiende a privilegiar los grandes organismos multilaterales, los tratados continentales y las cumbres entre potencias. Este enfoque, si bien útil, tiende a reproducir una mirada vertical y eurocéntrica. Frente a ello, es valioso recuperar una perspectiva distinta: una que observe la historia desde abajo, desde las ciudades intermedias, desde los márgenes que no deciden las guerras pero que sí sufren sus consecuencias.
La historia internacional no se construye sólo en Bruselas, Nueva York o Ginebra. También se escribe en ciudades como Concepción, donde las rutas comerciales se interrumpen, la prensa discute la soberanía nacional, y las comunidades enfrentan dilemas identitarios provocados por conflictos ajenos. Reconocer este lugar en la historia mundial no es un gesto de reivindicación localista, sino una manera más honesta y completa de comprender nuestra posición en el mundo.
Concepción no fue un simple espectador. Fue parte de una guerra global que, aunque librada en otra latitud, dejó aquí sus rastros y resonancias. Hoy, al reflexionar sobre nuestro lugar en el sistema internacional, es necesario recordar que también desde el sur se ha pensado, sufrido y narrado el mundo.