La débil legislación ambiental y su responsabilidad en la pérdida irreversible de biodiversidad en Chile

Cristian Echeverría

Director Laboratorio de Ecología de Paisaje
Universidad de Concepción 

En estos días se conjugan en Chile varias instancias de política pública de relevancia ambiental que pueden tener un efecto transformativo en los complejos e interactuantes sistemas socioecológicos que son nuestros paisajes.

 
Al igual que un ecosistema natural intacto, estas instancias deberían “interactuar armoniosamente” cautelando que ninguna tome ventaja sobre otra, con una “alta diversidad funcional” que permita la “adaptación” y “evolución” del sistema.
 
Es decir, el Plan Nacional de Restauración a Escala de Paisaje, el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, el Servicio Forestal y la COP25 debieran apuntar de manera coordinada a que el Estado asegure la conservación efectiva, la restauración ecológica a gran escala y el manejo multiescala de los ecosistemas de nuestro país. De esta manera, seremos más capaces de mitigar los impactos del cambio climático, mejorar la resiliencia de aquellos ecosistemas que proveen servicios ecosistémicos únicos y, además, satisfacen las necesidades humanas en el largo plazo.
 
Hemos reportado que los paisajes del centro-sur de Chile han experimentado transformaciones profundas en las últimas cuatro décadas, con tasas de pérdida de bosques nativos y otros ecosistemas naturales superiores a otras zonas del mundo. Por ejemplo, la Región del Maule ha exhibido una pérdida de alrededor un 50% de los bosques nativos entre 1986 y 2011. En esta y otras regiones se evidencia una simplificación de los paisajes por monocultivos forestales en la costa y por cultivos agrícolas en la depresión intermedia.
 
Según cifras del Ministerio del Medio Ambiente, el 74% de las plantas y un 63% de los animales evaluados en Chile están amenazados de extinción. Constatamos por primera vez que los chilenos estamos pagando una deuda de extinción en la Cordillera de Nahuelbuta, es decir, es probable que algunas especies de esa zona desaparezcan en el futuro por una destrucción pasada.
 
Todas estas transformaciones han llevado también a que los paisajes exhiban una pérdida en la capacidad de ofrecer múltiples servicios esenciales para sus habitantes. Si bien un propietario forestal, agrícola o ganadero toma decisiones sobre el uso del suelo a escala predial, es necesario entender que no todos los procesos ecosistémicos (físicos y biológicos), vitales para el ser humano y para mantener la biodiversidad, operan a una misma escala.
 
Por otra parte, las políticas públicas vinculadas con los recursos naturales no han cautelado los múltiples impactos de estas en los diferentes componentes de un paisaje y suelen ser insuficientes para recuperar o mantener procesos que operan a nivel de paisaje. La débil legislación ambiental ha llevado a una transformación profunda y, quizás, irreversible de nuestros territorios.
 
Frente a este escenario, es hora de preguntarse: ¿cuántos ecosistemas naturales más debemos perder para revertir esta tendencia e iniciar la restauración ecológica a gran escala?, ¿qué visión deberíamos tener sobre el destino de los paisajes del centro-sur de Chile? La migración de las personas hacia las ciudades, ¿es una ruta de adaptación o una falla en la adaptación local? ¿Hemos conservado lo que dijimos que íbamos a conservar?
 
Columna publicada por El Mostrador

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