Mujer y Remuneración

Dr. Jorge Dresdner C.

Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas

Universidad de Concepción

 

Es de público conocimiento que las mujeres, en general, reciben un sueldo inferior al de los hombres por un trabajo equivalente. Estas diferencias salariales son mayores, tanto en términos relativos como absolutos, mientras más calificado sea el tipo de trabajo realizado. Es así en Chile, pero también en otros países. 

Sin duda se trata de una evidente injusticia, porque no se sostiene el principio de igual pago para igual trabajo. Pero la persistencia del fenómeno en el tiempo y a través de distintos países merece una explicación, sobre todo si se quiere implementar medidas para corregir esta inequidad. Una que se entrega para esta diferencia en la retribución al trabajo es que la mujer, a raíz de su capacidad de procrear, tendría un potencial laboral menor que un hombre con igual calificación, por las interrupciones que la maternidad podría significar para su actividad laboral. Es decir, el producto que podría generar la mujer en el trabajo, sería inferior al de un hombre con igual productiva. 

Note que esta explicación no pretende justificar este fenómeno, sino explicarlo y no contiene necesariamente un juicio sobre la deseabilidad del fenómeno. Sin embargo, esta explicación supone que los ingresos laborales se generan por el trabajo realizado por el trabajador en forma individual y en su lugar de trabajo, y que, por ende, deben ser determinados de igual forma

Existen dos problemas teóricos con esta explicación. El primero es que la producción es una actividad colectiva donde no es evidente que “el aporte” que cada individuo realiza se puede identificar y separar de tal forma que la suma de los aportes individuales sea igual al producto total. Mirarlo de esta forma es una visión normativa del problema, que pone el foco en el desempeño individual de las personas. Pero esta visión excluye el efecto de las sinergias y la potencialidad del trabajo en equipo para generar resultados. Estos efectos pueden ser muy importantes y no son “separables” entre individuos. La existencia de estos efectos es lo que explica por qué muchas veces las empresas usan sistemas de incentivos a los grupos de trabajo, más que a las personas individuales. 
El segundo, es que esta explicación contiene una visión reducida del problema, que obvia el hecho que la reproducción es un factor fundamental para la supervivencia de la especie, o si queremos acotarlo al ámbito productivo, para la disponibilidad de personas que puedan trabajar. Esta visión surge de considerar que el problema se circunscribe al ámbito de una empresa específica y, probablemente, se origina al considerar empresas de propiedad privada. Si se entiende que la sociedad humana es un proyecto colectivo, donde todos los miembros contribuyen de distintas formas a sostener esta empresa, sin duda el rol de la mujer, en su capacidad de ser madre, es fundamental. Sin éste, esta empresa mayor, que se llama sociedad, no se sostendría. 

La sociedad debería compensar, y no castigar, a las mujeres en el mercado laboral reduciendo su remuneración por su condición de género, como actualmente lo hace. Existen distintas formas en que la sociedad puede implementar esto. Lo básico es no discriminar en los salarios que recibe la mujer, y no excluir a las mujeres de puestos de trabajo mejor remunerados. Para ello, parece importante abandonar esta visión individualista y reduccionista del asunto.

Lo básico es no discriminar en los salarios que recibe la mujer, y no excluirlas de puestos de trabajo mejor remunerados. Es importante abandonar esta visión individualista.

 

Columna publicada por Diario El Sur

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