“Los recuerdos más lindos de nuestra juventud están en la Universidad”
Flor y Mauricio, ambos penquistas, ingresaron a la Universidad de Concepción el año 1991, ella a estudiar Pedagogía en Español, y él a Ingeniería Civil Mecánica. Para ambos la experiencia universitaria fue muy buena, “los recuerdos más lindos de nuestra juventud están en la Universidad”, señalan.
Flor estudiaba lo que siempre había sido su pasión: los libros. “Ingresé a la carrera porque quería estudiar literatura. La carrera se llamaba Licenciatura en Educación con mención en español, creo que ahora se llama diferente y más enfocada a la labor docente”, destaca.
En el caso de Mauricio, en Ingeniería fue difícil al comienzo, como todo nuevo proceso que se inicia. “¿Cómo no recordar las pesadillas de cálculo y física el primer año? Pero cuando le vas tomando el ritmo se hace más fácil. Te das cuenta que tu esfuerzo sumado a la constancia y disciplina es lo que te lleva al éxito”, reflexiona.
De su paso por la Universidad de Concepción, a Flor la marcó su sello universal. Destaca que “la formación que recibí fue muy completa desde el punto de vista cultural, pues las asignaturas de la especialidad de Literatura y Lingüística eran anuales, una fortaleza. Las asignaturas de educación eran semestrales, reconozco que quedé al debe con algunas, porque mi fuerte no era la pedagogía, sino la Literatura. Sin embargo, cuando ingresé al mundo laboral observé muchas veces que un profesional egresado de la UdeC era mirado con respeto, y gracias a eso, obtuve muy buenas oportunidades de trabajo”.
Egresa en 1997, año de inició la reforma educacional. Relata que “debí ser autodidacta cuando comencé a ejercer un año más tarde, pues los planes y programas de estudio habían variado completamente, enfocando todo el conocimiento de la asignatura hacia las competencias de comunicación, pero no fue problema para mí, porque la Universidad cumplió muy bien su rol de ser un formador profesional al sentar las bases de un saber disciplinario muy completo, que me dio flexibilidad para crear y resolver problemas, tanto del ámbito de las personas, como de la asignatura que debía impartir”.
“Tengo muy buenos y lindos recuerdos de muchos profesores, todos con grado de doctor o doctora en Literatura y Lingüística: Brillantes, muy interesantes y muchos divertidos, también. Las profes mujeres eran todas feministas, sus discursos eran enfocados desde una mirada crítica hacia el patriarcado. Yo y mis compañeros gozábamos las clases”, agrega.
Mauricio, por su parte, resalta “el ambiente universitario, los amigos que hicimos que hasta la fecha perduran; la excelencia y disposición de los profesores, que sentías realmente que te querían ayudar; los paisajes del campus de la UdeC, en la época que lo veas, es sinónimo de calidez y te dan ganas de estudiar allí; el ambiente deportivo, vimos al equipo de basket de la UC ser campeón y el nacimiento del club deportivo de la UdeC; el café conversado con algún compañero donde hablabas de todo; y como no, las visitas al Aula Cero para relajarse después de un certamen”.
El año 1998, ya egresados de sus respectivas carreras, se casaron. Ese mismo año se fueron a vivir a Chillán, porque a Mauricio le ofrecieron trabajo en Paneles Arauco, Cholguán.
En esa empresa realizó un proyecto de Investigación, el que sirvió como su memoria de título y luego le ofrecieron quedarse. “Así, pasaron 15 largos años para nosotros, quienes ya con tres hijas, y luego de ocho años en Chillán, debimos irnos a vivir a Cholguán, porque el cargo así lo exigía”, recuerda Flor.
Durante ese período, Mauricio fue progresando profesionalmente. Comenzó siendo ayudante en proyectos de Ingeniería, luego fue Ingeniero de Procesos, más tarde Jefe de Producción, y finalmente, Subgerente del área de producción de paneles. Este último cargo lo ejerció por espacio de cinco años.
En ese periodo, Flor ejerció en diversas instituciones de la octava región. “Me dediqué a estudiar en mis ratos libres, los fines de semana. Realicé dos postítulos, uno en el área de la Orientación, el que gratamente pude ejercer en el Colegio Cholguán en calidad de Orientadora por espacio de tres años. En forma paralela obtuve un grado de Magíster en el área de la Didáctica de la Lengua Materna en la Universidad del Bío Bío, donde pude ejercer docencia durante cinco años en diversas carreras, impartiendo asignaturas relativas al área de la comunicación en la sede de Chillán, y también un breve período en el Virginio Gómez”, detalla.
Siempre les llamó la atención Canadá, por su calidad de vida y las oportunidades que ofrece. Flor relata que “hicimos una postulación en el año 2000, a la provincia de Quebec y fuimos aceptados, sin embargo, el costo del traslado, más la mantención requerida los primeros meses no estaba a nuestro alcance, ya que el trabajo no estaba garantizado, así que finalmente desechamos el sueño”.
Pero la vida tiene muchas vueltas. Pasados 15 años, Mauricio recibió la invitación de una empresa chilena, Pembroke MDF, para trabajar en Canadá. “No hubo mucho que pensar, pues la experiencia que para nosotros significaba conocer una nueva cultura a la que admirábamos, era única. Hicimos las maletas y a mediados del 2015 emprendimos el vuelo hasta Toronto, y de allí a Pembroke, una pequeña y pintoresca ciudad en el medio de la provincia a de Ontario, a 150 km de Ottawa, con 15.000 habitantes y la conurbación completa no supera los 50.000. Esto es típico de Canadá, la gran extensión de terreno permite el uso de espacios muy grandes para viviendas en la ciudad, semirurales y rurales. En este país, no hay más de 20 ciudades con más de 100.000 habitantes, el resto es un sinnúmero de pequeños pueblos esparcidos a lo largo del territorio”, señala la exalumna.
Flor comenta que en el caso de la Ingeniería, en Canadá las carreras son más cortas, duran 4 años y después se pueden especializar o complementar estudios durante dos años para obtener el Professional Engineer, que es el equivalente a la Ingeniería Civil. “El nivel de ingeniera nuestro, sin pecar de soberbia, es muy bueno comparado con el Norteamericano en general. Se suma también el sello particular de nuestra Universidad, que te permite ir adquiriendo nuevos conocimientos y adaptarte a las nuevas circunstancias y desafíos. Por lo anterior, la adaptación de Mauricio fue bastante buena y rápida. Su trabajo es en el área de producción, consiste en aplicar diferentes técnicas de mejoramiento continuo a fin de optimizar costos de producción y eficiencia de la planta industrial donde trabaja”, asegura.
Flor resalta que “hemos podido desarrollar una vida familiar muy intensa durante nuestra estadía aquí. Se balancea mucho el concepto de trabajo-hogar, la jornada laboral es de 40 horas, por lo que queda tiempo para la familia. Si bien veníamos desde Chile a asentarnos aquí por un tiempo, porque a mi marido le ofrecieron un contrato de trabajo por dos años, finalmente se ha ido extendiendo. Pensamos que sería una oportunidad interesante para la familia, vivir e interactuar con otra cultura, sobre todo para las niñas, que aún estaban en edad escolar. Yo dejé una agitada vida profesional en Chile por esto, y si bien uno se cuestiona el modelo de éxito chileno, trabajar de sol a sol sin parar, a la hora de verlo en la perspectiva del tiempo haber tenido la oportunidad de retomar la vida familiar ha sido una experiencia más que gratificante”.
Flor se ha dedicado a aprender inglés fundamentalmente y tuvo la oportunidad de trabajar en una biblioteca de una escuela de su ciudad, por lo que ha podido conocer por dentro algo del sistema educativo canadiense.
Respecto de la integración de sus tres hijas, la describe como intensa y muy rápida, ya que recibieron mucha ayuda, pues los colegios cuentan con apoyo docente para los estudiantes que no hablan el idioma, y tuvieron profesoras privadas dentro del mismo colegio para reforzarlas.
“Recuerdo que mi hija menor, Aurora, de 15 años actualmente, ingresó a sexto grado y le entregaron una Tablet para que pudiera comunicarse a través del traductor de google. Fue muy grata y cordial la bienvenida de las profesoras. Al principio, llegaba a casa desesperada a hacer tareas de matemáticas por cuenta propia, pues el colegio no enviaba tareas, y eso la desconcertó. Al final del año, junio acá, su profesora nos informó que el nivel de ella en esa área era muy avanzado, en relación a sus compañeros. Y bueno, eso habla de nuestro sistema chileno, centrado en el desarrollo de las competencias intelectuales de los estudiantes, pues ella estaba acostumbrada al trabajo duro que el colegio impartía en nuestro Chile. En cambio, acá es al revés, el aspecto personal y emocional prima. Eso la aburría. Ahora, ya terminando su segundo medio, décimo grado aquí, se logró habituar y actualmente está feliz desarrollando y disfrutando su veta artística: Pintura y música son sus fortalezas. Interpreta música en trompeta en la orquesta del colegio y toma clases privadas de piano. Esto último ha sido extraordinario para nosotros, ya que el piano ya es parte de nuestras vidas, y suena todo el día en casa. Una maravilla, porque nos alegra mucho”.
Por otra parte, Karen, actualmente de 19 años, también se adaptó rápido. “Ella es muy amigable. Ingresó a décimo grado, y con mucho esfuerzo, logró egresar del High School. El colegio funciona como la universidad en Chile, los estudiantes toman sólo cuatro asignaturas por semestre, y de diferente nivel: Asignaturas académicas, muy exigentes si tienes planes de continuar estudios universitarios. Tuvo la oportunidad de ingresar al College a estudiar una carrera profesional, se inclinó por Business, y acaba de egresar y obtener su Diploma. En forma paralela, ha podido trabajar en distintas áreas productivas. Se usa mucho el concepto de trabajo-estudio”, señala.
Su hija mayor, Mariana, actualmente de 21, llegó a Canadá recién egresada de educación media en Chile. Flor detalla que “igualmente pudo asistir al High School durante un año y tomar muchos cursos de inglés, pues su objetivo es estudiar Pedagogía Básica con mención en Inglés, pero en nuestro país, por lo que viajó a mediados de año con la idea de prepararse y rendir la PSU”.
Respecto de su futuro, señalan que “estamos supeditados a la vigencia de los permisos de trabajo que terminan este 2019. Como nuestra idea original era solo venir por un tiempo, creemos que hemos cumplido un ciclo en Canadá. Pensamos que ahora nos toca volver a entregar nuestra experiencia de vida, pues sin duda como familia y personas hemos crecido y vemos la vida, la familia y el trabajo desde un punto de vista diferente; mal que mal Canadá es el doceavo país con mejor índice de desarrollo humano en el mundo (Chile es 44) y eso no lo hace solo el ingreso, sino otras variables humanas. ¿Cómo no sentirte bien cuando alguien te sonríe, te saluda, te da las gracias, defiende su espacio pero respeta el tuyo?”
Finalmente, Flor y Mauricio animan a los exalumnos de la UdeC interesados en vivir en Canadá a atreverse: “Vengan, es un hermoso País con amable gente. Depende donde vayas, se encontrarán con una variada mezcla de razas, colores, religiones e idiomas. Aprendes mucho de ello”.
Eso sí, reconocen que, “si bien la inmigración aquí es promovida, no es fácil; no es llegar y entrar. Son bastante estrictos y selectivos en su proceso de inmigración. En el caso de los profesionales debes probar que un Canadiense no es apto para hacer el trabajo que vas a desarrollar, de lo contrario te niegan el permiso. Esto complica bastante a aquellas personas de países que no tienen tratados bilaterales con Canadá. Para los chilenos en este caso es un poco más fácil. No obstante, que esto nos los detenga, si el sueño es estar acá, por las ventajas que representa. La experiencia es única y según nuestra experiencia, no se van a arrepentir”.