Sofía Valenzuela Aguila
Doctora en Bio-química.
Investigadora Centro de Biotecnología.
Universidad de Concepción.
Doctora en Bio-química.
Investigadora Centro de Biotecnología.
Universidad de Concepción.
Desde que comenzó a esparcirse por el mundo, la pandemia por Covid-19 se ha tomado todas las noticias en cada país y rincón del mundo en solo cuatro meses. Si bien aún hay mucho por aprender, al ser un virus nuevo no es simple de estudiar, una buena masa crítica de investigadores y la disponibilidad de recursos en los países más desarrollados, han permitido que en un tiempo record tengamos más información acerca de su genoma, cómo se propaga y cuáles son las medidas para disminuir la probabilidad de contagio. Aún quedan muchas preguntas que seguramente podremos responder en los próximos meses, incluso la posibilidad de una vacuna será posible, con suerte a fin de año. La información clínica que surge de miles de hospitales alrededor del mundo, es un insumo valioso para adoptar nuevas estrategias que eviten su expansión. El rol de la ciencia y la investigación de frontera, tomará un nuevo protagonismo si seguimos el camino de la experiencia y hacemos caso a las lecciones que nos deja esta pandemia.
Además de los avances científicos, estos meses han sido de profunda reflexión para buena parte de la humanidad. Como reflexionaba Edgardo Morin en una entrevista reciente, hemos creado un mercado global que no ha fraternizado nuestras relaciones entre nosotros mismos o con nuestro entorno. La crisis del capitalismo es también una crisis de la comunidad y el sentido comunitario. Hay que cuidarse y seguir las reglas, por mucho que no nos gusten, para cuidarnos y cuidar al otro. Una máxima que en países asiáticos parece ser mejor llevada que en occidente, a costa de entregar libertades individuales y privacidad digital, por cierto. Sí este tiempo nos dará una oportunidad de repensar nuestro modelo de desarrollo y avanzar hacia uno más sustentable y digno, será resultado de nuestra fuerza como sociedad crítica y de la voluntad de los que ejercen y financian el poder. Si retomamos el modelo vigente con más fuerza, las anécdotas de animales regresando a sus antiguos hábitats no serán más que eso, anécdotas.
Por su parte, nos jactábamos de los enormes avances tecnológicos que tenemos, sin embargo, no estábamos preparados culturalmente para ingresar a un telemundo, como pensábamos. Si bien la tecnología estaba disponible, más para unos que para otros, rápidamente nos vimos frustrados al tener que interaccionar diariamente a través de una pantalla con todos y todas en el trabajo, con la familia, amigos y el entorno en general. La alta tasa de celulares y de penetración de internet en el país, no han significado una transformación mayor en nuestras costumbres e interacciones, podemos comprar tecnología, pero aún no hemos adaptado nuestra sociedad a sus potenciales ni menos nuestro sistema educativo, que ha visto en semanas cómo su avasalladora homogenización se deshace ante la contingencia sanitaria.
La pandemia ha sido sanitaria, pero sus efectos han sido económicos, políticos, comunitarios y científicos. Se requiere entonces que los políticos tomen medidas claras, no solo para hoy; que escuchen a los científicos y científicas para avanzar en las soluciones que necesitamos desde antes de la crisis, junto con las que están por venir. Es hora que terminen con las peleas pequeñas de poder, de buscar quien tiene la razón, es tiempo de escuchar a quienes saben, actuar en consecuencia y con transparencia. Como ciudadanía, tendremos el gran desafío de protagonizar la democracia que surgirá después de esta pandemia, será nuestra responsabilidad en construirla y conducirla hacia el bien común.
Columna publicada por La Ventana Ciudadana